16 ago 2011

Fantasmas

Llueve a mares. Los océanos caen desde el cielo.  Estoy arriba de un colectivo yendo de un punto A a uno B. Distraída desempaño con la mano el vidrio para ver la gente huir por la calle, cuando entre los confusos cuerpos y rostros creo verlo a ÉL. Todo el oxigeno desaparece en esa bocanada que doy al creer reconocerlo. Me paralizo: el colectivo va en la dirección contraria a la aceleración de su cuerpo (y el mío). Tengo (¿tengo?) que hacer algo. Literalmente me arrojo del medio de transporte y me bajo en cualquier lugar. No estoy pensando. No estoy segura de que sea él. No controlo la inercia que me empuja a correr por la calle en su búsqueda.

Ya estoy en la calle. Lo veo difusamente seguir su camino camuflado entre las gentes. ¿Qué hace acá?. Estoy segura de que es él. Se aleja. Tengo que acercarme. No tengo voluntad sobre mi cuerpo: comienzo a correr. Mientras voy esquivando paraguas y gentes, empiezo a pensar lo qué voy a hacer cuando finalmente lo alcance, como tocar su hombro, esperar que se de vuelta y luego lo qué le voy a decir… tengo tantas cosas para decirle después de tanto tiempo; solamente tengo que acercarme un poco más…No lo veo bien, pero es ÉL, lo reconocería en cualquier lugar, estoy segura que es ÉL …  Pero… ¿Y si no es ÉL?, ¿y si no podría reconocerlo en cualquier lugar después de tanto tiempo… ¿Qué estoy haciendo?...

El cuerpo familiar y desconocido se funde en la marea de gentes en retirada, paraguas y  agua de lluvia, mientras yo me quedo petrificada con el paraguas en la mano y el eco de mi propia voz preguntándome ¿qué estas haciendo? en ese bullicio metropolitano. Tengo la mirada perdida y no veo el auto que se aproxima a toda velocidad por la boca calle, arremetiendo con el tremendo charco que se vuelve tsunami y me baña por completo. Efectivamente: a los fantasmas se los espanta con baldazos de agua fría.



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